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¿Por qué ocultaron sus nombres?

Afortunadamente, Charlotte Brontë ignoró la respuesta que recibió del poeta británico Robert Southe cuando a los 20 años le envió una selección de sus poemas para que los leyera y valorara:

“La literatura no puede ser asunto de una mujer”.

El 8 de marzo celebramos el Día Internacional de la Mujer y en esta ocasión vamos a dirigir nuestra mirada hacia otras épocas de la literatura, concretamente, hacia aquellas en las que muchas escritoras no vieron publicados sus nombres en las portadas de sus libros. ¿Por qué los ocultaron?

El recurso de usar un seudónimo ha sido utilizado por los artistas desde siempre, y en este sentido, escritores y escritoras universalmente conocidos, de todas las épocas literarias, han usado en alguna ocasión un alias tras el que decidieron esconder su identidad. Numerosos ejemplos recorren nuestra literatura, algunos más lejanos como Moliére, Voltaire, Stendhal, Mark Twain, Lewis Carrol o Azorín; otros más recientes como E. L. James, J. D. Robb, Robert Galbraith o Carmen Mola. Las razones por las que se decide utilizar un alias pueden ser muy variadas:  timidez, protección por cuestiones políticas o ideológicas, razones editoriales, para separar dos facetas de la misma persona (la artística de su otra profesión) e incluso para escribir en diferentes géneros que, por algún motivo, interesa no identificar.

En esta ocasión, volvemos la vista hacia el pasado, hacia aquellas mujeres escritoras que para ser valoradas, evitar rechazo o prejuicios y poder ver publicadas sus obras, se vieron obligadas a ocultar sus nombres. Unas veces utilizaron la anonimia o emplearon seudónimos masculinos, como las hermanas Brontë, Mary Anne Evans, Louisa May Alcott, Amantine Aurore Dupin, Cecilia Böhl de Faber, Matilde Cherner y Karen Christentze Dinesen; en otras ocasiones usaron sus iniciales para no ser identificadas como mujeres, como hizo Pamela Lyndon Travers; e incluso firmaron sus obras con el nombre de sus maridos o simplemente se les atribuyó a ellos, ya que se tenía la total convicción de que no podían haber sido escritas por una mujer, como les sucedió a Sidonie-Gabrielle Colette y a Mary Shelly.

La sociedad daba por hecho que obras de tal calidad no podían salir de una pluma en manos de una mujer, pero ellas demostraron lo equivocados que estaban.

“Me atrevería a aventurar que Anónimo, que tantas obras ha escrito sin firmar, era a menudo una mujer”.

Virginia Woolf (Una habitación propia)

Aprovechamos este día y nuestro Bibliotablón para hacerles un pequeño homenaje y darles la visibilidad que se merecen. Fueron grandes escritoras y sus nombres merecen ser recordados.

¿Qué escritoras se esconden tras estos nombres de hombres?

Currer, Ellis y Acton Bell, George Sand, George Eliot, Fernán Caballero, M. Barnard, Isak Dinesen, Rafael Luna y P.L. Travers.

Si quieres saber la respuesta, te invitamos a entrar en la presentación que hemos realizado:

Presentación Escritoras seudónimos

 

Para saber más, te proponemos entrar en el siguiente enlace:

Cuando la escritora firma su libro con nombre de hombre

 

Elena Pérez Ornia — Equipo de Biblioteca.