Siempre se ponía nerviosa en el primer día de clase, no podía remediarlo. No solía dormir bien la noche anterior a ese día; primero le costaba dormirse y segundo, se despertaba en mitad de la madrugada en varias ocasiones. Su madre solía prepararle antes una infusión de tila o valeriana, pero a penas podía darle uno o dos sorbos porque le eran intragable aquellos brebajes. Y hoy, tal como venía ocurriendo todos los inicios de curso, seguía tan inquieta, pero a la vez expectante, por lo que le depararía este nuevo curso.

Su madre seguía insistiendo que atendiera a todo lo que el maestro o la maestra le dijese. “Hija, ten cuidado con quién te juntas”, le sigue diciendo hoy. “Tú a lo tuyo, a tus cosas, a tus estudios, hija”. Ella le dice, como en tantos cursos atrás, que “sí, mamá” una y otra vez. 

La madre la llama a su cama y la mira como cuando estaba en Primaria. “Qué guapa, hija”. Le acaricia el rostro. “Ya sabes que ahora estoy mala y no he podido levantarme para hacerte el desayuno, pero sé que eres muy responsable y te lo has preparado tú sola”. “Sí, mamá, no te preocupes, anda descansa.” Ella mira el reloj, ya es casi la hora y eso la pone aún más nerviosa. Su madre la llama otra vez. “Ven hija, toma este dinero para que te tomes algo”. Ahora es la hija la que acaricia a su madre. “Que no mamá, que no hace falta, que yo ya tengo mi dinero”. La madre sonríe mientras guarda en el cajón de la mesita de noche ese euro invisible.

“Es la hora”, piensa la hija nerviosa. Coge su mochila y mira a la puerta inquieta. Suena la cerradura y una sensación de alivio le recorre todo el cuerpo. “Hola Mía, buenos días, mi madre no ha pasado mala noche del todo. Te lo dejo todo preparado, tengo que irme ya, que es mi primer día del curso.” La hija cargada con su mochila y con el móvil en el bolsillo del pantalón se acerca a su madre, le da un beso y sale apresurada.

Cuando está a punto de cerrar la puerta de la casa, una voz la llama “Ángela, Ángela espera mi niña, espera… que te has dejado esto encima de la mesita de noche”. Ángela se lleva la mano a la cabeza. ”Estos primeros días son una locura Mía, muchas gracias, guapa”. Y apresurada, como siempre, mete en su mochila su Cuaderno del profesor con una pegatina en la que en tinta roja dice: “Tutoría de 1º ESO”.

Pablo Romero Gabella

Profesor de Geografía e Historia