El amor a la palabra escrita une los caminos lectores.
Prueba de ello es la feliz coincidencia en estas páginas del Periódico «El Instituto» con un escritor norteño de novela realista, que hemos presentado en una anterior publicación, Jesús Carrascal, quien muy amablemente, nos ha enviado una muestra de su novela para la Biblioteca del Monroy, que os invitamos a solicitar en préstamo.
En esta ocasión, además, nos envía su cuento ganador del primer premio en el «XXVIII Certamen de Cuentos Navideños DR. Francisco Vela», convocado por el servicio de Pediatría del Hospital Virgen Macarena de Sevilla.
Aquí, lo podéis leer:
UNA NAVIDAD ESPECIAL, Jesús Carrascal.
Arquímedes se asomó a la ventana de su habitación y vio como algunos copos de nieve caían del cielo. Pronto empezaron a cubrirlo todo de un finísimo manto blanco. «Ya casi estamos en Navidad », pensó. Arquímedes siempre se alegraba que viniera la Navidad porque en esa época del año le hacían extraordinarios regalos. Los regalos era lo más importante para Arquímedes. Regalos de todas las clases y tamaños. Nadie en el mundo tenía más regalos que Arquímedes. Jamás salió de su cabeza que la Navidad no fuera otra cosa que regalos y regalos. Aunque aquel año iba a ser diferente. Ocurrió algo que nunca olvidaría. Una Navidad especial, un sueño extraño y a la vez maravilloso. La noche de Nochebuena una lamia lo había cogido de la mano y surcando cielos y mares llegaron hasta un lugar desconocido. Todavía era de noche pero pronto se anunciaba un nuevo día. Con los primeros rayos de sol los niños arreaban el ganado mientras las niñas traían fajos de leña o cántaros de agua. Son de piel negra y están casi desnudos. Algunos juegan a la sombra de los pocos árboles que hay por allí. No llueve hace tiempo y se va a perder la cosecha. Entonces no tendrán nada que llevarse a la boca y se morirán de hambre.
.- La vida no tiene mucho valor aquí, Arquímedes. Ni siquiera esperan la Navidad para recibir regalos – dijo la lamia.
A la mañana siguiente Arquímedes se despertó cansado. El sueño de aquella noche le había hecho ver un sentido nuevo a la Navidad. Cuando se acercó al árbol henchido de adornos vio debajo de él una cantidad inmensa de cajas envueltas en bellos papeles de colores. Sus padres estaban esperándole con la misma sonrisa de todos los años.
-¡Abre los regalos Arquímedes! – le dijeron entusiasmados.
Entonces Arquímedes guardó silencio unos segundos, miró a sus padres fijamente y dijo.
– Me llevaré estos regalos al lugar del sueño.
Y desapareció del cuarto.
Sus padres se miraron sin entender nada.
Algunos años después Arquímedes se marchó a África, con una cruz colgada del cuello y el corazón lleno de fe. Junto a la maleta de ropa llevaba una enorme caja de juguetes.