El mejor momento del día para Karl Joseph Silberbauer era la sobremesa. En ese tiempo era cuando leía con mayor atención el periódico, mientras tomaba una taza de café. Al único que se le permitía entrar en la salita a esa hora era a su hijo pequeño. A él se lo permitía todo, quizás porque nació durante la guerra y no pudo estar con él, como tampoco en aquellos horribles catorce meses de encierro, tras la derrota.

Esa tarde el niño venía especialmente feliz y tras abrazarlo le contó que el maestro les había relatado una historia increíble. Con el entusiasmo inicial de descubrir lo maravilloso que se oculta tras el día a día, su hijo le dijo cómo habían leído una página de un libro que había traído su maestro. El libro se llamaba “El conde de Montecristo”, que había escrito, “hace mucho tiempo, papá”, un francés del que no se acordaba su nombre. “Alejandro Dumas, hijo, así se llamaba”. El niño asintió con vehemencia contento porque su padre supiera ese dato, que solo creía exclusivo de los maestros. Sin embargo, al momento, se puso serio y acercándose al oído de su padre le dijo “pero papá, era negro. Papá ¿eso es verdad?”. Karl asintió y no dijo nada más. El pequeño miró a su padre y de forma instantánea volvió al entusiasmo inicial.

-Cuenta la historia de un hombre, un francés, ¿te lo he dicho antes, papá? Bueno pues eso, era un hombre muy bueno y que se iba a casar con su novia. Era marinero y un día llegó a una isla donde estaba…. ¿Cómo se llamaba?

– Napoleón Bonaparte.

-¡Ese mismo! Pues el tal Bonaparte estaba encerrado allí porque no sé qué había hecho contra otros países, como el nuestro papá, Austria, y le hizo una jugarreta a este hombre…

– Edmundo Dantés

-¡Ese! ¿Leíste ese libro papá? ¡Lo sabes todo! …Pues el Napoleón y otros hombres que eran amigos de Edmundo Dantés,  lo traicionaron no sé muy bien por qué, no sé…por envidia o porque lo mismo, papá, era negro como el que escribió el libro, ¿no?

El padre siguió callado y pidió a su hijo que continuara.

-Su mejor amigo lo denunció por una cosa que pasó con el tal Napoleón, ¡que no era verdad, papá! y le quitó a la novia y se casó con ella. Y después había otro que era policía, como tú papá, y lo metió en una cárcel horrible. En una isla, en una habitación muy pequeña y oscura y allí lo encerraron hasta que se muriera. ¿Cómo es posible, papá? ¿A qué tú no harías eso, verdad?

El padre siguió callado.

-Y ahora papá, viene lo mejor. En esa horrible isla, conoce a un viejito que sale por un agujero ¡de la pared!. Este le enseña a escribir y leer y otras muchas cosas, porque era bueno, pero no había ido al colegio. Y además le da un mapa de un tesoro, ¡un tesoro! Y, no me acuerdo muy bien de lo que sigue, pero sí que se escapa y logra encontrar el tesoro y con unos nuevos amigos se convierte en el conde de Montecristo. Y comienza a vengarse de los que lo traicionaron. Aunque el maestro nos dijo que la…la…¡grandeza!, esa es la palabra, que la grandeza del libro es que no es realmente una venganza, sino que se hace justicia, que repara una injusticia por encerrar a un hombre inocente de por vida. Eso no lo comprendí del todo. ¿Qué quería decir el maestro, papá?

El padre siguió callado.

-Hijo, hoy estoy cansado, he tenido un día de mucho trabajo en la comisaría. Otro día seguimos, ¿vale? Ve ahora a jugar con tus amigos.

-Vale papi, otro día seguimos hablando de libros. ¡Hoy jugaremos a escapar de una cárcel! Como Edmundo Dantés.

El niño salió corriendo y saltando. Karl Joseph dejó el periódico sobre la mesilla. Y miró por la ventana como su hijo correteaba con sus amigos en la calle. Cerró los ojos y vio, de nuevo, el rostro de ese padre que no podía ocultar su miedo esa mañana de agosto en el número 263 de la calle Prinsengrecht. Tras él los rostros asustados de un grupo de personas apiñadas y unidas en el terror, entre ellas una jovencita con un lápiz entre sus dedos.

-¿Quién es usted?

– Soy el Oberscharführer Karl Joseph Silberbauer, de la Policía de Seguridad de las SS. Me ha llegado un aviso de que en esta casa se ocultan judíos.

Pablo Romero Gabella

Profesor de Geografía e Historia

IES Cristóbal de Monory