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En las tres entregas anteriores hemos conocido, a través de su propio testimonio escrito, la peripecia vital de tan singular literata. Ahora toca hablar un poco de su obra. Sor Juana Inés demostró poco interés en publicar su obra, cosa que la relaciona con otra gran poetisa: Emily Dickinson (1830-1886). Aún así disponemos de su obra completa publicada en tres volúmenes fechados en 1689, 1689 y 1700 por lo que en vida, al contrario que Dickinson, pudo ver sus obras difundidas y admiradas.

Sor Juana Inés fue una autora multifacética: escribió poesía, prosa, teatro e incluso un tratado de música (que se ha perdido).  Aunque en lo que verdaderamente destacó fue en lo primero, llegándose a considerar como una de las poetas más importantes del Barroco hispano. En lo que respecta al teatro, fue una dramaturga de fuste en el panorama hispanoamericano, al igual que con su prosa, especialmente autobiográfica, tal como hemos visto en esta serie. A este respecto podemos destacar, además de la “Respuesta” al obispo de Puebla, su “Crisis de un sermón”, donde se atrevía a cuestionar los argumentos de una homilía de un famoso jesuita de la época. Esto demostraba su gusto por la dialéctica, como podremos comprobar más adelante.

Pero como ya hemos señalado, Sor Juana era una grandísima poeta. Podemos comenzar por sus villancicos o composiciones de raíz popular, sencillas y alegres, pensadas para ser cantadas en celebraciones religiosas y que no eran, como hoy en día, exclusivos del tiempo navideño. No obstante, su potencial creativo se centraría en la poesía culta. Todos los especialistas destacan la gran perfección técnica desplegada en la versificación de sus sonetos, la forma poética barroca por excelencia, y en el uso del hipérbaton (alteración del orden de las palabras en el discurso). Sor Juana escribió una poesía muy culta, como demostraba su conocimiento de la mitología clásica, que no era explicada sino aludida, lo que requería del lector un gran conocimiento de la herencia grecolatina. Además, era aficionada a los juegos de palabras y encontrar, como haría Gustave Flaubert un siglo medio después en sus novelas, el término exacto, la palabra precisa. Todo esto supone un verdadero desafío intelectual para cualquier lector.

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Podemos clasificar su poesía culta en amorosa, satírica y burlesca, religiosa y filosófica. En cuanto a la amorosa, Sor Juana siguió los modelos de su tiempo, con reminiscencias del amor cortés, con amantes y amados/as arquetípicos, idealizados, que sufren y gozan de los celos (algo que hoy en día nos resultado, cuando menos, ajeno). Sin embargo, y he aquí lo fundamental, ella da un giro copernicano: su “yo poético” ya no es exclusivamente masculino, aparece por primera vez un “yo poético” femenino que no se conforma con ser un elemento pasivo en el amor sino todo lo contrario. Es algo totalmente nuevo en la poesía, sin duda revolucionario. La mujer ya no es solo objeto poético, es también sujeto poético. Sufre y goza como el hombre, ama y desespera como su contraparte. Así lo podemos ver en los siguientes fragmentos:

Al que ingrato me deja, busco amante;

al que amante me sigue, dejo ingrata;”

——–

Y así si de uno solo son amadas,

viven de la fortuna querellosas,

porque piensan que más que ser hermosas,

constituye deidad el ser rogadas.

Mas yo soy en aquesto tan medida

que en viendo a muchos, mi atención zozobra,

y sólo quiero ser correspondida

de áquel que de mi amor réditos cobra;

porque es la sal del gusto ser querida,

que daña lo que falta, y lo que sobra

—–

Si tú fueras capaz de ser querido

fuera capaz de olvido; y ya era gloria,

al menos, la potencia de haber sido;

mas tan lejos estás de esa victoria,

que aqueste no acordarme no es olvido

sino una negación de la memoria”.

En lo que respecta al tratamiento de la pasión amorosa, para ella, como para Fray Luis de Granada, la razón debe imponerse sobre la pasión, ya que ésta ata a la persona y no la hace disfrutar del don divino de la libertad o libre albedrío. Esta idea podría resultar contradictoria con los celos que hemos aludido antes, pero debemos entenderlo en la realidad de la época: el Barroco. Lo “racional” del amor lo podemos comprobar en estos versos:

“Al amor, cualquier curioso

hallará una distinción;

que uno no nace de elección

y otro de influjo imperioso.

Éste es más afectuoso,

porque es el más natural,

y así es más sensible: al cual

llamaremos afectivo;

y al otro, que es electivo,

llamaremos racional.

 (….)

Si pende su libertad

de un influjo superior,

diremos que tiene amor,

pero no que voluntad;

pues si ajena potestad

le constriñe a obedecer,

no se debe agradecer

aunque de su pena muera,

ni estimar el que la quiera

quien no la quiere querer.”

En varios de sus poemas aparece un amado llamado “Fabio” al que muchos han querido ver como un amante o amado real de Sor Juana cuando esta vivió en la corte mejicana. En este punto, añadamos los poemas cortesanos, muy comunes en su época, que dedicó a su protectora María Luisa Manrique de Lara, marquesa de Laguna a quien cariñosamente llamaba “Lisi”. También se han querido intuir una relación amorosa entre ambas pero de la que no tenemos evidencias más allá de unos versos como los siguientes:

Ser mujer, ni estar ausente,

no es de amarte impedimento,

pues sabes tú que las almas

distancia ignoran y sexo

Los estudiosos de sus obras discuten esta opción de que la creación literaria es reflejo de la vida real de la autora. Es algo parecido al debate que suscitó el poemario “La voz a ti debida” de Pedro Salinas unos siglos después. A este respecto, Octavio Paz dejó escrito que esta visión subjetivista de la literatura era obra de la persistencia del Romanticismo, que es el prisma por el cual muchos entienden el Barroco, donde el artificio y las máscaras son parte de su esencia.

Y siguiendo con el gran literato mexicano Octavio Paz, no podemos dejar de citar el poema que fue una ruptura total en la literatura hispana. En sus propias palabra “por primera vez en la historia de nuestra literatura una mujer habla en nombre propio.” Se trata de su más famosa composición poética, la dedicada a los “hombres necios”. Se trata de uno de los ejemplos de su más que notable poesía satírica y burlesca. He aquí un fragmento de tan conocidos versos:

“Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón,

sin ver que sois la ocasión,

de lo mismo que culpáis;

si con ansia sin igual

solicitáis su desdén,

¿por qué queréis que obren bien,

si las incitáis al mal?

En cuanto a su poesía religiosa, dieciséis poemas en total, podríamos pensar que es poca para una religiosa, pero debemos saber que en el Barroco el tema religioso se desarrollaba más en otros géneros como los autos sacramentales. En este temática Sor Juana acude a los modelos de la poesía amorosa, y como hizo Santa Teresa de Jesús, asimila a Dios con el amado y al alma con el amante. He aquí algo de misticismo en una monja más racional que pasional, más allá de las convenciones literarias de la época, tal como hemos visto antes. Veamos un ejemplo:

Amante dulce del alma,

Bien soberano a que aspiro;

tú que sabes las ofensas

castigar a beneficios;

divino imán en que adoro:

hoy, que tan propicio os miro,

que me animáis la osadía

de poder llamaros mío

John Henry Newman (1801-1890), recientemente proclamado Doctor de la Iglesia, escribió que la “Religión revelada debería ser especialmente poética” y que la “visión poética” de las cosas es una tarea propiamente cristiana. ¿Podríamos aplicar estas palabras a nuestra Sor Juana Inés?

Por último, repasemos su poesía filosófica. La conforman obras muy complejas intelectualmente, donde frente a las vanidades mundanas (otro de los tropos típicamente barrocos) relumbra la eternidad del conocimiento. Son interesantes las composiciones donde se alude a la historia y mitología clásicas, acentuándose el valor del ejemplo de las grandes matronas romanas como Lucrecia, Julia (hija de César y esposa de Pompeyo) y Porcia. Dentro de esta temática destaca el largo poema (casi mil versos) llamado “El Sueño” (1692). En él, la autora intenta el ejercicio de desentrañar intelectualmente lo que es la realidad. Para ello utiliza la dialéctica entre la noche y el día, entre oscuridad (ignorancia) y luz (conocimiento). Es esta analogía algo que sería muy querido por los ilustrados y un fácil ejemplo lo tenemos en la ópera de Mozart “La flauta mágica”, donde se enfrentan La Reina de la Noche y Zarastro. Pero no divaguemos tanto con siglos posteriores y veamos lo que escribió nuestra Sor Juana Inés:

“Yo no estimo tesoros ni riquezas;

y así, siempre me causa más contento

poner riquezas en mi entendimiento,

que no mi entendimiento en las riquezas.”

—-

“¡Qué feliz es la ignorancia

del que, indoctamente sabio,

halla de lo que padece,

en lo que ignora, sagrado!

(…)

También es vicio el saber,

que si no se va atajando,

cuanto menos se conoce,

es más nocivo el estrago,

y si el vuelo no le abaten

en sutilezas cebado,

por cuidar de lo curioso,

olvida lo necesario.”

Podríamos seguir, pero ya hemos abusado, quizá, un poco de la paciencia del que esto sigue leyendo. Como han visto, Sor Juana de la Cruz es un tema inagotable de reflexiones y de conexiones literarias y filosóficas. Fue una figura excepcional en nuestra literatura que no ha llegado a la cultura popular y que ha quedado, en gran medida, encapsulada en el mundo académico universitario tal como si fuera la celda de un convento de clausura. Y es por tal razón que ella está en esta publicación modesta pero que se abre al mundo a través de Internet para que alguien, quizá, lea sus versos que…

“En tu libertad te pongo

si quieres censurarlos;

pues de que, al cabo, te estás

en ella, estoy muy al cabo.

No hay cosa más libre que

el entendimiento humano:

pues lo que Dios no violenta,

¿por qué yo he de violentarlo?”

 CODA FINAL

Ella maneja sus bellas palabras como Espadas—

Qué brillo desprendían—

Y cada Una descubría un Nervio

O hacía alardes con un Hueso—“

     (Emily Dickinson)

La actriz Blanca Portillo

recita un poema de

Sor Juana Inés de la Cruz

https://www.youtube.com/watch?v=Atq6dRf4Ni4


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