Hace unos pocos días llegó a mis manos la ponencia de la doctora en Biología Isabel López Calderón, una de las muchas eminencias de la Universidad de Sevilla en el campo de la Genética molecular que supo despertar en mí la pasión por este ámbito del conocimiento. 

La ponente se proponía esbozar qué dice la Biología acerca de cómo un embrión humano termina teniendo, al nacer o a lo largo de su vida, características propias de cada sexo para así abrir el espectro y romper la visión dual de que en esto del sexo se es “blanco o negro” y sustituirla por la idea de que, entre los extremos, hay todo un espectro multicolor.

Todo comienza con la familia de María, que espera intranquila junto al paritorio, el momento en que alguien del personal sanitario anuncie, con el feliz bebé en los brazos, “ha sido una niña” o “ha sido un niño”. Y es que, como ella mismo subraya, si pudiéramos seguir paso a paso toda esta transformación que sufre el cigoto, esa pequeña célula que resulta de la unión de un óvulo y un espermatozoide, hasta convertirse en un ser humano, dejarían de asombrarnos todas las maravillas del mundo juntas pues se trata de un proceso realmente asombroso.

En el embrión, todo parece indicar que las gónadas incipientes (órganos sexuales responsables de la formación de gametos) están programadas para desarrollarse como ovarios que generarán óvulos y hormonas femeninas o estrógenos. Pero es la presencia de un pequeño fragmento de ADN del cromosoma Y (el denominado SRY, Sex-determining Region Of the Y chromosome) el que, de presentarse, es responsable de iniciar cambios en el curso de esta historia que darán lugar a testículos (en vez de ovarios) productores de espermatozoides y hormona masculina o testosterona. 

Hagamos un inciso aquí para indicar que, como ella indica, las hormonas son poderosos mensajeros químicos que inundan todo el cuerpo e impregnan el cerebro, provocando cambios diferenciales en estructuras y circuitos neuronales de modo que lo moldean de forma diferencial y por ello nuestro cerebro puede considerarse un órgano sexuado. Nuestras percepciones, sentimientos y conductas se hallan modulados por la carga hormonal y es por ello que no encontramos a dos individuos iguales.

Habría que añadir también que deben existir receptores hormonales, digamos que debe haber algo que “abra las puertas” a las hormonas, pues sin ellos es como si estos emisarios no existiesen, con lo que los mensajes químicos no llegarían a su destino.

También influye de modo poderoso el ambiente así como la propia fisiología de la madre. La nutrición pre y perinatal del bebé y su madre, el estrés, las infecciones, el contacto con sustancias tóxicas, el cuidado y el afecto influyen en el material genético y genera los cambios epigenéticos, que vienen a ser como anotaciones o notas al margen en nuestro ADN responsables de variaciones en el mensaje que codifica. 

Pero aún hay más, las complejas hormonas no sólo son producidas por los órganos sexuales; las glándulas suprarrenales, por ejemplo, fabrican testosterona (independientemente de la presencia o no del cromosoma Y) y la propia placenta fabrica hormonas femeninas que gobernarán el ciclo menstrual en el caso de que el feto se desarrolle en esa línea e influirán en el embrión en el caso de ser XY.

Teniendo en cuenta sólo esto y con lo poco que aún hoy sabemos, podemos ya afirmar que son innumerables los factores que ejercen influencia en este complejo proceso pero también es inmensa la lista de variaciones que pueden darse pues hay personas XX y XY pero también XXY y XYY, y hay quien teniendo XX tiene sobreproducción de testosterona por parte de sus glándulas suprarrenales o siendo XY no disponen del  gen SRY. Cada persona dispone de hormonas en mayor o menor cantidad y receptores hormonales más o menos activos. Y para rizar aún más el rizo añadiré que en algunas escasas ocasiones puede ocurrir in utero la fusión de cigotos o embriones de distinto origen dando lugar a uno solo, es decir, personas que tienen en su cuerpo dos tipos de células con ADN diferente (procedentes de lo que hubieran sido dos mellizos) y que no se dan cuenta de este detalle en ningún momento de su vida.

Llegado este punto podemos afirmar que la ciencia nos hace descubrir la maravillosa diversidad, nos plantea que cada condición ocupa un lugar único en el espectro y que precisamente por eso, porque somos diferentes, percibimos, pensamos y sentimos de manera única y genuina. Y es justamente esto lo que da riqueza a la enorme colectividad humana.