Entre 1810 y 1812 las tropas napoleónicas ocuparon Sevilla. Durante este tiempo, su dueño y señor fue el Mariscal del Imperio Jean de Dieu Soult, Duque de Dalmacia. Una de las principales consecuencias de su estancia sevillana fue el expolio al que sometió al patrimonio artístico, especialmente a las pinturas de Murillo. Estas le acompañaron en su muerte, a los 82 años, en 1851, en su castillo de Soultberg.

Criada: Señor, señor, despierte, ha llegado la condesa española.
Soult anciano: (despertándose) Ah, ¿ya está aquí?, bien, dile que pase
[Pisadas y puerta que se abre]
Condesa: Buenas tardes, señor duque.
Soult: Hola querida, la esperaba desde la mañana. Recuerdo que en Sevilla me tratabais de diferente manera.
Condesa: Eso fue hace ya mucho tiempo y han pasado demasiadas cosas.
Soult: Ya… comprendo. ¡El Imperio pasó! Ahora ha llegado el tiempo de la República, de la democracia.
Condesa: Pero hay cosas que no cambian, como el arte. Su colección es una de las más admiradas de Francia. ¿Cuántas obras tenéis? ¿mil? ¿dos mil?
Soult: [risas leves] Jajaja… No ocultáis el motivo de vuestra visita ¿verdad? En eso no habéis cambiado desde los tiempos de Sevilla. [con seriedad] Querida bien sabéis que mis Murillos no están en venta.
Condesa: Pero ambos sabemos perfectamente cómo los conseguisteis: ¡robando!
Soult: [enfandado] A pesar de la amistad que nos une, no os permito que me habléis así, aquí, en mi propia casa. Condesa, todas estas obras que veis, incluida la que habéis venido a buscar: la Inmaculada de la Iglesia de los Venerables, las compré legalmente o me fueron regaladas por los servicios que presté a Sevilla, por asegurar el orden y la seguridad, acabando con los brigands, con los bandidos.
Condesa: Patriotas los llamamos allí.
Soult: [enfadado] ¡Bandidos y fanáticos! [más sosegado] Además, querida, existe lo que se llama derecho de conquista.
Condesa: Querido duque, más bien en España se realizó un simple derecho de saqueo que enriqueció a muchos como vos, y que os ha permitido tener este castillo y servir tanto a Napoleón como a los Borbones y Orleáns.
Soult: [indignado] ¡No, querida!, solo me ha guiado servir a Francia y aumentar su gloria.
Condesa: [resignada] Veo que es imposible que lleguemos a un acuerdo. Seguís siendo el mismo, al que los soldados llaman “mano de hierro”.
Soult: [conciliador] Bueno, querida, olvidemos nuestras rencillas, por favor, y contadme, contadme en la cena cómo está Sevilla, nuestra amada Sevilla.
A su muerte, la Inmaculada de los Venerables de Murillo fue comprada por el Museo del Louvre, y no volvió a España hasta 1941,en virtud de un intercambio entre este museo y el del Prado.