Una mañana cualquiera en clase, mientras Antonio Ortiz traza algunas de las ya postreras líneas sintácticas en la pizarra, le aguarda una emotiva sorpresa… Antiguos alumnos han querido homenajearle con estos presentes: el laurel del vencedor y la placa para el maestro que perdura en los corazones de sus discípulos.

Cercana ya su jubilación, los jóvenes que se están iniciando en la vida laboral reconocen al profesor que les descubrió los conocimientos imperecederos del mundo clásico y agradecen a la persona que les acompañó en momentos de vida inolvidables.

Periódico del Monroy