Ave, Antonio!
Una mañana cualquiera en clase, mientras Antonio Ortiz traza algunas de las ya postreras líneas sintácticas en la pizarra, le aguarda una emotiva sorpresa… Antiguos alumnos han querido homenajearle con estos presentes: el laurel del vencedor y la placa para el maestro que perdura en los corazones de sus discípulos.
Cercana ya su jubilación, los jóvenes que se están iniciando en la vida laboral reconocen al profesor que les descubrió los conocimientos imperecederos del mundo clásico y agradecen a la persona que les acompañó en momentos de vida inolvidables.
Merecidísima celebración: carpe diem et dum vivimus, vivamus!
Periódico del Monroy
Sin duda el mejor por su labor como profesor en su materia y también como persona.
Pocos profesores generan tal cantidad de afecto como él. Se merece como nadie el homenaje pues a la cercanía cálida de su trato añade una docencia seria y capaz. Que la futura jubilación sea igual de amable con él.
Antonio, es y será el mejor profesor que he tenido. Sus clases eran maravillosas porque te sentías como en casa.