En el anterior artículo dejamos a Juana Inés a las puertas de entrar en el convento de San Jerónimo de Méjico. Había pasado su adolescencia y su primera juventud en el ambiente cortesano de la ciudad más rica del Imperio hispano. Protegida por el virrey, arropada por la familia de éste y codeándose con nobles y eruditos, decidió dar un giro a su vida. La dote para entrar en el convento la sufragó un caballero llamado Pedro Velázquez de la Cadena, del cual no sabemos la relación que tenía con ella. ¿Por qué tomó esa decisión?
En el ya mencionado texto de respuesta al obispo de Puebla escrito en 1690, cuando ella tenía la edad de 40 años y ya con dos décadas de vida religiosa, Sor Juana Inés nos dice lo siguiente:
“Entréme religiosa, porque aunque conocía que tenía el estado [ser religiosa] cosas (de las accesorias hablo, no de las formales) muchas repugnantes a mi genio, con todo, para la total negación que tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir…el fin más importante [era] vivir sola; de no tener ocupación obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros. Esto me hizo vacilar algo en la determinación, hasta que alumbrándome personas doctas de que era tentación, la vencí con el favor divino y tomé el estado que tan indignamente tengo.”

Ella mostraba sin tapujos sus dudas, vacilaciones y el deseo de vivir sola, dedicada al estudio, ya que, además, el matrimonio no le interesaba. Una mujer sola en aquel tiempo sin medios económicos lo tenía muy difícil y no podía contar con la eterna protección del virrey porque era un cargo con fecha de caducidad. Ya vimos que el ejemplo de su madre no le era querido y que la vida en el convento podría ser la solución, aunque reconoce que le faltaba una verdadera vocación. De tal forma que en los ratos que le dejaban libre sus obligaciones conventuales, los dedicaba al estudio y “leer y más leer, de estudiar y más estudiar, sin más maestro que los mismos libros”. Su formación fue totalmente autodidáctica y eso significaba “cuán duro es estudiar…careciendo de la voz viva y explicación del maestro”.
Para ella el estudio no suponía un sacrificio, todo lo contrario. En sus palabras “todo este trabajo sufría yo muy gustosa por amor de las letras. ¡Oh, si hubiese sido por amor de Dios, que era lo acertado, cuánto hubiera merecido!”. Es sorprendente leer tal sinceridad y honestidad y, a la vez, saber que su objetivo último era estudiar teología, ya que llegó a escribir que siendo católica y monja estaba en la obligación de saber todo “por medios naturales, de los divinos misterios”. Por tanto, podemos concluir que Sor Juana se imbuyó en lo religioso a través del uso de la razón y, no tanto, del sentimiento. De esta manera, ella misma nos lo dice:
“Bendito sea Dios, que quiso fuese hacia las letras y no hacia otro vicio que fuera en mí casi insuperable; y bien se infiere también cuán contra corriente han navegado…mis pobres estudios.”
En pleno Barroco, una época de místicos, vemos a una mujer que lleva su fe a través de las letras y del raciocinio. Sor Juana Inés no renuncia ni a ser católica ni a pensar por sí misma. Y esto le traería problemas. Pero esto lo veremos en la siguiente entrega.


