Como cada año el 8 de marzo es un día señalado en el I.E.S. Cristóbal de Monroy. Entre las muchas actividades que se realizan en el centro, desde el Equipo de Biblioteca quisimos aportar nuestro granito de arena, y en colaboración con un grupo de alumnas de 4º de ESO F, realizamos un mural conmemorativo para la ocasión. Como no podía ser de otro modo, hemos recurrido a los anales en papel para rescatar las voces de personajes femeninos de la literatura que desde el pasado nos empujan a demandar Igualdad.

Las alumnas de 4 de ESO F, Rocío Maolí Jaén, Daniela Galán, Paola García, Yaiza González y Lucía Díaz

Dicen que la lectura nos ayuda a ser más empáticos con los demás por aquello de dejarnos llevar por las tribulaciones y sentimientos de otros. Descubrir que seres de papel pueden sentir lo mismo que nosotros y sus autoras expresarlo cómo nunca hubiéramos podido hacerlo nos vincula con otras épocas, otros entornos y otras vivencias que, en esencia, mucho tienen que ver con la nuestra. El adjetivo moderno, tan manoseado desde tantos ámbitos, puede hacer referencia a todo lo relativo a nuestro tiempo, sin embargo, la segunda acepción del Diccionario de la Real Academia Española dice así «contrapuesto a lo antiguo, a lo clásico o a lo establecido». En esta lucha por romper con lo establecido no estamos solas. De hecho, no somos las primeras ni seremos las últimas.

En esta ocasión hemos querido viajar al pasado para descubrir que hace ya más de 150 años hubo jóvenes que se atrevieron, bajo seudónimos masculinos como fue el caso de las hermanas Brönte, a publicar obras transgresoras en las que sus protagonistas, como Jane Eyre, se rebelaban ante el concepto de «Ángel del Hogar» que imponían a las mujeres victorianas. Unos años antes, y con una agudeza intelectual disfrazada de ironía y humor, Jane Austen supo transferir a sus heroínas una fuerza y determinación que a día de hoy sigue haciéndolas atractivas para las nuevas generaciones. Mientras esta nueva mujer se gestaba en Europa, al otro lado del Atlántico, la dicotomía que surgió entre tradición y modernidad con el nacimiento de Estados Unidos no pudo tener mejor representante que la mayor de las hermanas March. La joven Jo de Mujercitas encarnaba los ideales de independencia, fuerza y libertad tan definitorios de la nueva nación y de la mujer que estaba por llegar.

Sin embargo, la lucha por la libertad de algunas de estas protagonistas también sirvió para mostrar al público los sacrificios que las pioneras del feminismo debían sufrir. Dentro de nuestra tradición literaria, el auge de la novela realista a finales del XIX fue el motor y vehículo más propicio para plasmar con toda su crudeza la forma de pensar y sentir de mujeres que, como Fortunata, en manos de Galdós, y Ana Ozores, a través de la pluma de Clarín, dieron vuelo a los anhelos de mujeres a las que el yugo de la tradición acabó por aplastar. Unos años más tarde, otro hombre, republicano y homosexual, Federico García Lorca, supo plasmar como nadie la tragedia que habitaba en el corazón de la mujer española. Los personajes femeninos lorquianos, desde Yerma hasta las hijas de Bernarda Alba, cobraron muy alto el precio de rebelarse en un mundo hecho por y para los hombres.

Con nombres como Simone de Beavoir o Marguerite Duras, la literatura en lengua francesa tiene una larga tradición reivindicativa en este campo. Recientemente, una joven escritora, Laetitia Colombani, ha sacudido las librerías del país galo con una obra, La Tresse, una novela que indaga en lo que ocurre cuando mujeres de distintas culturas y procedencias toman las riendas de sus propias vidas.

Precisamente las escritoras que han hecho posible darle voz al sentir de esa otra mitad del mundo que somos las mujeres son las que adornaron para la ocasión el tablón de la biblioteca. Son rostros que firman con M de Mujer.