¿Por qué los alumnos tenemos tan malas calificaciones en nuestra adolescencia?

 Pues bien sea por tener problemas familiares, vivir en un barrio desfavorable, o sufrir acoso escolar, la cuestión es que no nos pueden quitar las ganas de aprender.

 Está claro que estudiar no convence a casi nadie, al menos por el método de hincar codos, pero el aprendizaje es otra cosa.

 ¿A que no es lo mismo coger una lista de verbos, que estar escuchando una canción en inglés; o leerte un libro de historia sobre la primera guerra mundial que ver una película como 1917; o leer sobre el comportamiento de los animales que irte a hacer submarinismo?

 Pues esa es la clave, lo que cada uno tiene que hacer es aprender a su manera, porque hay a quien le gusta leer y a quien no, pero jugar ¿a quién no le gusta?

 Este año, en el primer curso de Comercio Internacional he visto como había clases donde uno pasaba de la lección cuando esta aburría porque era simplemente teoría, pero en otros momentos donde se hacían role plays, juegos en la página de kahoot y otras actividades interactivas, los alumnos estábamos muy metidos en faena.

 Tal vez lo que nos haga falta es un poco más de motivación para obtener buenos resultados. Y es que ya lo decía Einstein, “Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad”, y el mejor método de conseguir resultados es con motivación y no precisamente con desmotivación.

 La desmotivación lleva al fracaso porque quita a la persona el interés y las ganas por cualquier cosa, a veces incluso de vivir, y esto es en el sentido literal de la palabra por desgracia. Sin embargo, una persona motivada puede conseguir sueños, metas y cualquier objetivo por difícil o surrealista que le parezca al resto.

 Pero ¿sabes por qué? porque ellos ya tiraron la toalla, porque ellos ya perdieron las ganas, porque ellos ya no tienen motivación por nada. Así que si de verdad quieres conseguir algo, ve a por ello, no te quedes mirando como los demás te dicen lo que puedes o no puedes hacer, que no te digan de lo que eres capaz, y si lo hacen, úsalo para hacerlo aún con más ganas.

 Porque los límites, como los miedos, son normalmente solo un espejismo.

 Ser padre no es fácil y ser profesor tampoco, pero ¿quién ha dicho que ser hijo o alumno sí lo sea?

Alejandro Márquez González, 1º de Comercio Internacional