Cuando pensamos en “entretenimiento”, es muy probable que se nos vengan a la cabeza formas de arte como la literatura, la música, el cine o incluso el teatro.

Todas ellas artes que, con el tiempo, se han ido democratizando y han evolucionado a ser una forma de entretenimiento a la vez que, o muchas veces incluso por encima de, su valor artístico.

Pero en un mundo como el del siglo XXI, en el que todo lo que podía convertirse en un producto fabricado en masa ya ha sufrido dicha transformación por el bien económico de los creadores, una nueva forma de entretenimiento ha ido recorriendo el camino opuesto. Un medio que ha pasado de tener un objetivo puramente comercial y de entretenimiento a ser una forma de arte que ofrece posibilidades completamente nuevas. Todo ello mientras permanece como la más apegada a la idea de producto comercial desechable.

Estoy hablando, por supuesto, de los videojuegos y estoy seguro de que alguno ya cerró el artículo o comenzó a reírse por lo bajo durante la línea anterior.

Pero voy muy en serio.

Los videojuegos son la forma de entretenimiento definitiva, así como un nuevo arte, uno que muy pocos saben apreciar o siquiera tomarse en serio.

Comenzando por el principio, no todos los videojuegos son dignos de colgarse las medallas y atribuirse los méritos que aquí voy a listar, en afán de convencer a quien sea que desee escuchar sobre las bondades del medio. Juegos que son simplemente producidos en masa, sin alma alguna, solo para obtener una cuota de ventas anuales, muy rara vez pueden ser esos considerados otra cosa que meramente mediocres, o directamente pésimos.

Así que todos los masivamente populares juegos deportivos, multijugador en línea, de disparos… sí, todos aquellos que seguramente podría nombrar uno por uno y acertar de lleno, todos esos quedan fuera de la discusión. Pese a lo entretenidos que puedan o no ser, y sin meterme en el muy fangoso terreno de las prácticas comerciales empleadas en ellos, éstos son el epítome de la faceta de producción masiva y comercial de los videojuegos.

No, a los que yo quiero aquí dar crédito son a aquellos que de verdad tratan de brindar nuevas experiencias al jugador.

Aquellos que tratan de contar una historia de formas no posibles en ningún otro medio o que mediante simple ingenio consiguen entretener horas y horas sin fin a todo aquel que osa probarlos.

Aquellos, como el celebérrimo Tetris, que sobrevivirán durante décadas y siglos por venir con su fórmula completamente perenne y adictiva.

Aquellos, como The Legend of Zelda: Breath of the Wild, que ponen al jugador como parte partícipe de una grandiosa y épica aventura que aparenta no tener límites.

Aquellos, como (mi favorita personal) la serie Xeno en todas sus iteraciones, cuyas tramas y mundos definitivamente superiores a cualquier cosa que podamos encontrar en libros destinados a una audiencia de edad similar jamás decepcionan, y continúan sorprendiendo incluso dos décadas después de las primeras entregas.

Porque en los videojuegos, tú no estás simplemente leyendo una historia, viéndola progresar en una pantalla o un escenario. Estás viviéndola tú mismo. Tú eres el protagonista, quien va a decidir el destino del mundo y de los personajes, por simple o compleja que la trama pueda ser.

Por supuesto, la historia que tú vives ya ha sido antes escrita por alguien; es imposible a día de hoy crear un videojuego cuya trama sea completamente única para el jugador mientras se mantiene una consistencia y calidad.

Pero esa interacción, que incluso en los videojuegos que casi pierden por completo el “juego”, como el género de las novelas visuales, sigue siempre presente. Es la que aporta al medio su identidad, su principio y su fin.

Cualquier cosa que imagines es posible en un videojuego. Y cada vez más.

Tecnologías como la realidad virtual continúan expandiéndose a un ritmo impresionante y, siendo la creatividad humana infinita como es, siempre habrá algo innovador en los medios tradicionales, una nueva experiencia que merezca la pena vivir.

Cualquier escena de un libro que te imagines viviendo por ti mismo – un videojuego te da la oportunidad de hacerlo.

Cualquier película que te emocionara, que te hiciera sentir por los personajes, o que te dejara asombrado ante los increíbles movimientos de una escena de acción – todo eso está a tu alcance dentro de la misma pantalla. Lo único que necesitas es una videoconsola y un mando.

Por supuesto, todo esto sin olvidarnos de la simpleza de los clásicos y los que siguen sus pasos, que permiten horas infinitas de entretenimiento, explorando distintas posibilidades en un mundo cerrado y con reglas muy claras, como son los arcade o juegos de puzle.

Y una mención especial a la música que algunos de estos juegos contienen, en muchos casos son impresionantes obras de arte, infinitamente superiores a producciones populares de cualquier género. Si la bondadosa alma de quien sea que vaya a editar y publicar esto me lo permite, me gustaría insertar enlaces a un par de piezas en particular. La primera, “Walking with You” (https://www.youtube.com/watch?v=xeQxp-nYsO0), es una pieza emocional que por sí sola es de innegable calidad. Y esto es sin siquiera mencionar cuánto eleva la escena en la que está presente. Y la segunda, “Robotics;Notes: Start-up!” (https://www.youtube.com/watch?v=yAEXylj5ELc), es una pieza alegre, optimista, esperanzadora; una que encapsula perfectamente el tema del juego del que procede, pero que a su vez funciona de forma espléndida como una pieza musical independiente.

Creo que con esto he expuesto mi opinión sobradamente.

Los videojuegos no solo son la forma superior de entretenimiento y la que más experiencias únicas ofrece, sino que contienen en su interior obras de arte que bien podrían existir por separado, como su música o algunas de sus tramas y personajes.

Si alguien ha llegado tan lejos, muchísimas gracias.

Muchas gracias por escuchar a este don nadie babear sobre sus opiniones irrelevantes e inconsecuentes y, si uno solo de vosotros comparte mi visión o, aún mejor, si consigo hacer que una sola persona se tome los videojuegos tan solo un poco más en serio – y, a ser posible, que se aventure a probar algo más allá de FIFA y Call of Duty o Fortnite –, esta pieza de dudosa calidad habrá merecido la pena por completo.

De nuevo, gracias por leer hasta el final. Nos vemos en la próxima.

Alejandro Gaitán Andrada