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Monroy, el nombre que nos une esta Navidad

La Navidad, una época de tradiciones: las ciudades se engalanan, se llenan de luces, mercadillos, aromas, sabores y sonidos navideños; las familias se reúnen para decorar sus casas, llega el momento de abrir la caja en la que han estado esperando pacientemente las bolas de colores, las figuritas del Belén, las guirnaldas y las luces que durante meses han permanecido abrazándose entrelazadas. Estos rituales se mantienen e incluso cada año cobran más fuerza; sin embargo, otras costumbres han ido desvaneciéndose lentamente hasta prácticamente desaparecer, convirtiéndose en un recuerdo nostálgico. Me refiero al envío de tarjetas navideñas cargadas de buenos deseos, en otro tiempo esencia de la Navidad.

Este acto requería cierta planificación y anticipación para que el mensaje llegara a tiempo a su destino: el ritual comenzaba con la compra de una u otra postal escogida según nuestros gustos personales, después llegaba el momento de la redacción del mensaje, lo cual obligaba a sentarse para expresar nuestros mejores deseos de salud y prosperidad. Aún quedaba ir a comprar un sobre y un sello, añadirle el nombre y la dirección del remitente y del destinatario y, finalmente, el proceso terminaba acercándonos al buzón más cercano para introducir por la
ranura esa bella tarjeta navideña que iniciaba su viaje. Ya solo tocaba esperar que no hubiera problemas y tras varios días nuestra postal llegara felizmente a su destino y fuera recibida con ilusión por el destinatario. Ahora ese proceso ha sido sustituido por la rapidez del envío
masivo y un tanto despersonalizado de un escueto mensaje a través de las redes sociales mediante un simple clic. Estos días las ráfagas de miles mensajes digitales viajarán invisibles y veloces de aquí para allá por las redes sociales.

Cambian las formas, pero lo esencial permanece. Ambas pueden convivir. En este sentido, el Equipo de Biblioteca, como cada año, mediante su actividad de creación de tarjetas navideñas con la ayuda del alumnado de 1º ESO, trata de mantener vivo este artesanal y tradicional
método de comunicación cargado de afecto y buenos deseos.

¿Quién ha sido el destinatario elegido este año? ¡Monroy!

Sí, Monroy. Pero no nuestro Monroy, el escritor alcalareño del Siglo de Oro que da nombre a nuestro instituto, sino un pueblecito de Cáceres de apenas 900 habitantes con el que compartimos nombre. Este detalle fue el que despertó en un primer momento nuestra curiosidad y, casualmente y por sorpresa, nos permitió descubrir algunos otros elementos en común: un castillo que custodia nuestra historia, un río que recorre nuestro paisaje, molinos harineros que nos hacen recordar el valor de antiguos oficios y tradiciones, y un patrimonio natural que nos incita a cuidar y respetar la naturaleza de nuestro entorno. Pero quizás también algo más…

“Los primeros personajes de este apellido que aparecen en algún documento o crónica de autenticidad probada son don Pedro Fernández de Monroy, que acompañó a Fernando II de León en la primera conquista de Cáceres, y su hijo Fernán Pérez de Monroy, que participó en la conquista definitiva de esta ciudad en 1229, siendo rey Alfonso IX. Por tanto, el origen de este linaje se encuentra realmente en la reconquista del norte de Extremadura, lugar donde se asentaron. Los numerosos descendientes de este linaje configuraron un frondoso árbol genealógico. Por ello, son muchos los personajes notables que reconocen como antepasado a Pedro Fernández de Monroy”.

Jiménez Rodríguez, J. (2011). La familia Monroy de Alcalá. “Carmina”. Blog literario. Recuperado de:
https://revistacarmina.es/2011/10/la-familia-monroy-de-alcala-por-javier-jimenez-rodriguez/

Seguramente se sorprenderán al recibir un regalo inesperado de un remitente desconocido, un paquete cargado de postales y cartas creadas con la misma dosis de colorines y purpurina que de ilusión y cariño, pero, precisamente, eso es lo que lo convierte en algo mágico y especial. En tiempos en los que lo digital y la inmediatez dominan nuestras vidas, recordamos el valor del trabajo manual, hecho con afecto, dedicación y esmero; optamos por recuperar conceptos como la paciencia y la espera, la que requiere el lento viaje que han iniciado nuestras postales hasta que lleguen a su destino. Siempre es ilusionante desenvolver un regalo y descubrir qué hay en su interior. Nuestra intención no es solo que viaje un objeto, sino también enviar ilusión y buenos deseos.

Quién sabe, puede que esta actividad navideña, casi insignificante, no solo sirva para sorprender a un pequeño pueblo cacereño, puede que cree lazos entre las comunidades. Las palabras siempre son, han sido y serán la mejor forma de conectar a las personas a través del tiempo y del espacio.

Quizás nuestro regalo no perdure, sea algo fugaz o quizás deje alguna huella…

Puedes conocer mejor al municipio cacereño en el siguiente enlace: https://www.monroy.es/municipio

Elena Pérez Ornia – Coordinadora del Equipo de Biblioteca.