Realizada por Julia Marong Crespo y Ada Corina Martín Baeza (4º ESO, Refuerzo de Lengua)

Irene Reyes-Noguerol es una de las profesoras de nuestro centro y además una joven escritora de gran calidad. En 2016, con tan solo 18 años publicó su primer libro Caleidoscopios y dos años más tarde De Homero y otros dioses

Julia:-  ¿Qué te sirve de inspiración?

Irene:- Creo que la persona que me sirve más de inspiración es mi madre, porque ella es quien me acercó desde un primer momento a la literatura, contándonos cuentos a mi hermano y a mí cuando éramos pequeños. También era profesora de Lengua en un instituto, como yo. Creo que ha sido ella el motivo por el que me he interesado por los libros. Gracias a esos cuentos que he recibido desde que era muy pequeñita, ahora yo soy la que le cuenta las historias a ella, y también la que se dedica a acercar la literatura a los más jóvenes. 

Julia.- ¿A qué edad empezó tu interés y por qué?

Irene.– Recuerdo que desde que tengo uso de razón me encantaban la literatura y los libros; evidentemente, no podía leerlos porque aún no tenía capacidad, pero me gustaba mucho escuchar todos esos cuentos. Además, mi madre los contaba estupendamente. Me acuerdo de que nos reunía a todos los niños del vecindario (estábamos mi hermano, todos mis amigos, mis vecinos y yo) en torno a un banco y allí ella contaba esas historias. Y no solamente las contaba, no solo las recitaba, sino que también las dramatizaba; es decir, las interpretaba como si fuera un teatro: hacía los gestos, ponía las voces de los personajes…  Eso a nosotros, como niños pequeños, nos llamaba mucho la atención y luego lo usábamos como parte de nuestros juegos, así que todos los personajes que habían aparecido en esos cuentos que nosotros habíamos escuchado los utilizábamos y nos creíamos que éramos Caperucita, el lobo o los tres cerditos, o también los personajes de los mitos griegos. 

Desde entonces empecé a interesarme por la literatura, y después, cuando comencé a leer, a partir de los cinco años, me encantaban los libros infantiles como Gerónimo Stilton, Kika Superbruja… Más tarde, en la adolescencia, me gustaban mucho las novelas románticas, de terror, fantásticas… Poco a poco fui cogiendo el gusto por la lectura y ¡aquí estoy!

Julia.- ¿Qué escritor te inspiró?

Irene.- Hay muchos escritores que me han inspirado porque creo que las personas a las que nos gusta leer tenemos un catálogo amplio de influencias, así que uno en concreto no puedo decir, pero puedo mencionar alguno que esté más cercano al temario de un instituto, a los autores que vosotros estudiáis a partir de 3º de ESO hasta 2º de Bachillerato. 

Me influyó mucho Federico García Lorca, un autor de teatro y poesía maravilloso porque tiene una fuerza impresionante y los temas que toca también son muy potentes. Tiene un estilo muy lírico y creo que desde que comencé a leerlo con vuestra edad, siendo adolescente, me impactó mucho. Es uno de los autores en los que me fijo siempre a lo hora de escribir y que ha hecho que yo me apasione por la literatura.

Me encantan los poetas de la Generación del 27, que son todos estupendos; por ejemplo, Pedro Salinas, entre otros. Antonio Machado también ha sido un poeta muy importante para mí, por mencionar algunos que estén más próximos a vosotros.

Julia.- ¿De qué temas te gusta escribir?

Irene.- Me gusta escribir siempre desde la empatía, como comenté el otro día en la charla, así que en realidad puede ser cualquier tema con el que uno se pueda sentir identificado, cualquier momento en el que nos sintamos vulnerables, porque eso es lo que al final nos hace seres humanos, eso es lo que al final compartimos.

En el primer libro que escribí me preocupaban los temas sociales, el bullying, el acoso, la inmigración, los trastornos alimenticios… Pero luego también me han interesado temas más generales que simplemente tratan emociones que todos tenemos en común: el amor, la amistad, la ira, el duelo por la pérdida de un ser querido… Temas generales a los que pueda acceder todo el mundo.

Julia.-  ¿Qué lugares has visitado y cuál te ha gustado más?

Irene.- Gracias a la literatura, a principios de octubre estuve dos semanas en EEUU haciendo una gira por el país completo, de este a oeste, desde Nueva York hasta San Francisco, y lo disfruté mucho. Tuve la oportunidad de conocer bastantes ciudades porque no había estado antes en Estados Unidos. También gracias a la literatura pude estar el año pasado en Cartagena de Indias, en Colombia, y me encantó; es una ciudad preciosa, muy agradable, la gente es muy simpática, hay mil colores, muchísima vida y luz, se parece a Andalucía.

Aparte, en España he estado dando charlas en Madrid, Barcelona, Valencia, el País Vasco, dentro de dos días estaré en Málaga por la tarde un ratito en una mesa redonda… Gracias a los libros he podido ir visitando los lugares a los que han querido invitarme, y siempre lo agradezco mucho.

Ada.- ¿En qué te inspiraste para escribir tu primer libro?

Irene. Como os he dicho antes, son temas sociales. El otro día, en la charla que di a 4º de ESO, os comenté que tuve la mala suerte de sufrir acoso durante muchos años, desde el colegio. La tendencia general de un grupo, sobre todo de algunos adolescentes, es fijar a alguien como diana para reírse de él. En mi caso, era un blanco fácil porque siempre he sido muy tímida; lo sigo siendo todavía y siempre lo seré, seguramente. Leía mucho, me costaba relacionarme con mis compañeros, era la “empollona” de la clase porque estaba estudiando todo el rato… Eso me afectaba bastante porque la adolescencia, como ya sabéis, es un periodo de fragilidad en el que uno no está contento del todo ni con cómo es, ni con lo que hace, ni con su relación con los demás. 

Por eso, al escribir decidí fijarme en personajes que no solo fueran foco de bullying, sino que hubieran pasado por situaciones desagradables y a los que a lo mejor no se les hubiera dado voz. Mencionaba, por ejemplo, el caso de esa chica de la que os hablé el otro día, que sufrió acoso racial y terminó suicidándose. También escribí un cuento sobre una chica con anorexia, porque es un tema que por desgracia y especialmente en las mujeres, cuando somos adolescentes, cala muy fuerte y está muy presente. Pero también trataba en el libro la prostitución, el terrorismo o el olvido de las personas mayores.

Son temas relacionados con cuestiones sociales que pueden estar a la orden del día, pero que muchas veces intentamos silenciar, como si no existieran, o fingimos que no suceden porque eso al final nos hace la vida más fácil. Todos son cuentos que tenían en común esos personajes que por algún motivo no podían expresarse y he intentado darles esa voz que creo que se merecían.

Ada. ¿Te gusta tu profesión?

Irene. ¡Me gusta mucho mi profesión! A menudo me preguntan esto. Hay gente que piensa que me he dedicado a la docencia, a ser maestra, solo porque de la escritura no se vive a no ser que uno venda miles o millones de libros; si no, es imposible. Lo normal es que uno venda algo, pero no tanto, así que mucha gente cree que yo me he dedicado a ser profesora como una especie de alternativa porque no tenía otra opción. 

Sin embargo, yo recuerdo que desde los cinco años tenía claro que quería ser maestra de Lengua porque en mi familia hay muchos profesores (la mayoría de Lengua o de Inglés, pero hay algunos también en la universidad) y desde muy pequeña he podido ver cómo es este trabajo. He visto que es duro porque, sobre todo, se trata con muchos tipos de adolescentes. A veces no es un trabajo agradecido porque, desde un principio, el maestro se interpreta como si fuera el enemigo del grupo, cuando simplemente está ahí porque es su profesión y para intentar ayudar a los estudiantes. Yo ya conocía esta parte negativa, y aun así siempre he tenido la vocación de querer enseñar a los niños. 

Disfruto mucho, por ejemplo, cuando puedo hablar de literatura, y también con algunas partes de lengua. Me gusta la relación con los alumnos, que las clases no sean algo totalmente serio o desagradable, sino que podamos tener momentos más distendidos o en los que vosotros estéis también más tranquilos, que no os sintáis incómodos. Así que sí, en ese sentido me gusta mucho mi trabajo, la verdad. Tanto la escritura como la docencia me encantan, estoy muy contenta con las dos.

Ada. ¿Y qué profesión te gusta más de las dos? ¿Escritora o profesora?

Irene. Creo que ambas, porque interpreto cada una de una manera diferente. Ser profesora es mi trabajo del día a día, estoy aquí todas las mañanas con vosotros, es una rutina que tengo asimilada y, sin embargo, no escribo todos los días porque en mi caso no funciona así, no se puede escribir como si fuera algo mecánico o automático. Hay que echarle muchas horas, pero sí es cierto que debe haber algún momento en que uno se sienta un poco más inspirado para sentarse delante de un folio en blanco a pasar bastante tiempo y a escribir. 

Sí que son dos trabajos distintos porque este de ser maestra es el rutinario: tiene unos horarios, tengo preparado todo el trimestre con lo que hay que hacer, los exámenes, las pruebas… así que es algo muy diferente a la escritura, que, en realidad, no siento como un trabajo “profesionalizado” en mi caso. Para mí, es más que una afición: es una pasión, porque al final es lo que me gusta. Creo que tampoco querría dedicarme solo a la escritura, porque entonces probablemente la sentiría más como una obligación que como algo de lo que disfruto. Así que cada trabajo tiene su manera de interpretarse, pero me gustan mucho los dos, tanto ser profesora como ser escritora.

Ada. ¿Qué sensación te produjo la publicación de tu primer libro?

Irene. No me lo esperaba, la verdad, sucedió de repente. Estaba paseando un día con mis amigas de primero de carrera por la feria del libro de Sevilla y había una editorial pequeña, independiente (así es como uno suele empezar publicando) que ofrecía su correo electrónico por si alguien quería enviar su manuscrito; es decir, el texto que había redactado. Mi madre siempre ha sido la que me ha apoyado más, la que ha enviado a los concursos todos mis cuentos desde que soy adolescente porque yo, en principio, no confiaba mucho en mí misma, así que ella decidió mandar unos cuantos relatos que tenía escritos a esta editorial, Ediciones en Huida, y tuve la suerte de que me dijeron que les gustaban y que les interesaba publicarlos. 

Creo que para mí lo más bonito de haber publicado es la alegría que le he dado a mi familia, porque, bueno, tener un libro es una satisfacción personal, pero lo importante es sobre todo el hecho de compartirlo y de ver que tu trabajo tiene un resultado y que a la gente a la que quieres le hace tantísima ilusión. Supongo que al final es por lo que uno tiene esta profesión que es la escritura: por ver la alegría y la emoción que les da a las personas de tu entorno que vayas publicando y cumpliendo poco a poco ese sueño que tenías desde niña.

Ada. Tu madre tiene que estar muy orgullosa porque te ha visto triunfar.

Irene. Mi madre está contenta, sí, igual que toda mi familia, porque además tenemos una relación muy estrecha; nos llevamos muy bien tanto mis padres, mi hermano y yo como mis tíos, primos, abuelos… Somos una familia muy unida, estamos siempre juntos y, claro, ellos están muy felices. La mayor alegría que tengo es haberles dado esa ilusión en la vida.

Ada. ¿Qué nos puedes decir sobre el mundo editorial?

Irene. Es complicado publicar en un principio porque en el mundo editorial, igual que en todo, hay unos sellos que son más grandes, más importantes o más conocidos, como puede ser, por ejemplo, el grupo Planeta, que ha absorbido a muchos otros. Pero también hay bastantes editoriales independientes; entre ellas, algunas que tienen la vocación de dar a conocer a las personas que están empezando a escribir o que a lo mejor llevan ya años pero no han tenido la suerte de poder publicar antes. 

El mundo editorial está dividido así: las editoriales grandes en las que publican los autores más reconocidos o comerciales y las independientes, que, en realidad, son las que más me interesan. Hay algunas pequeñas y otras medianas, y poco a poco están dándoles voz a todas esas personas que están apareciendo y que no tendrían la oportunidad de figurar en un sello grande. Hay muchos autores buenos que escriben literatura de calidad, así que es una alegría que exista este tipo de editoriales que además funcionan de manera prácticamente altruista; es decir, no se dedican a esto por motivos económicos porque al final son libros que no se venden demasiado, pero sí lo hacen porque les gusta la literatura, así que invierten su tiempo y su trabajo en presentar a estos autores que poco a poco forman parte del panorama actual.

Julia. ¿Cómo te has sentido acogida en el instituto, tanto en las clases como con tus compañeros?

Irene. Me he sentido muy bien tanto el año pasado, que estuve en un instituto de Carmona, como este, que estoy en el Cristóbal de Monroy. Todos han sido muy agradables conmigo, la relación con los compañeros es muy buena… Con los alumnos también he tenido suerte; en general no dan problemas y esto se agradece mucho porque, dependiendo del grupo, puede ser un trabajo muy duro y acaba afectando emocionalmente. Es normal que el alumno piense que el profesor es como una especie de enemigo que está ahí para hacerlo sufrir durante seis horas diarias o que le tiene manía [risas], pero no es así. Simplemente es nuestro trabajo, nos dedicamos a esto e intentamos hacerlo lo más agradable posible, pero muchas veces nos encontramos con casos que lo hacen más complicado. Evidentemente, hay niños que tienen sus problemas familiares en casa y eso es algo que se refleja en clase y que nosotros, como profesores, vemos y tenemos que intentar gestionar. Pero, en general, sí es cierto que considero que en este instituto y en el del año pasado he sido afortunada porque los alumnos que tengo son personas agradables a las que se les puede dar clases en las que estemos medianamente relajados. Es importante que no te hagan el trabajo más duro de lo que ya es, y eso siempre se agradece.

Ada. Cuando tú nos pides hacer redacciones, ¿te gusta leerlas?

Irene. Sí, me gusta leer las redacciones. Me da mucha curiosidad, no en el sentido de cotilleo, pero sí en el de ver cómo pensáis, cómo os expresáis, las ideas que tenéis… Me interesa que la asignatura no sea solo algo mecánico de pregunta-respuesta, sino que también tengáis la oportunidad (aunque sé que a la mayoría os molesta mucho [risas]) de hacer vuestras redacciones, porque a veces me sorprenden. A lo mejor resulta que gente que no habla mucho en clase o que tiene menos relación conmigo tiene un mundo interior impresionante, y esa es una parte bonita de la profesión. A mí no me gusta veros como si fuerais máquinas o un grupo homogéneo sin distinción entre unos y otros, todos iguales. Por eso, cuando estáis redactando tengo la oportunidad de comprobar cómo opina cada uno, qué es lo que siente respecto a sí mismo y a los demás. Eso también es algo esencial de la docencia.

Ada. Si no hubieras sido profesora, ¿qué te hubiera gustado ser?

Irene. Tenía muy claro desde pequeña que quería ser profesora de lengua, pero, si no, me habría gustado estudiar alguna carrera como Filología Clásica, donde se da Latín, Griego y toda la literatura del mundo antiguo. También me interesa mucho Historia del Arte, me parece que proporciona una cultura fundamental y que tiene que ser una carrera muy bonita. Fuera lo que fuera, seguramente habría elegido estudios relacionados con las humanidades; al final, yo soy de letras puras, es mi mundo, lo que me ha gustado desde siempre, desde que era niña, así que, aunque no fuese profesora de Lengua, creo que me habría dedicado de una manera u otra al mundo de las letras.

Julia. ¿Cuánto tiempo llevas siendo maestra?

Irene. Este es mi segundo año, el curso pasado fue el primero. Terminé la carrera, hice el máster de educación, me presenté a las oposiciones y tuve la grandísima suerte de que conseguí la plaza a la primera, así que el año pasado empecé a ser profesora en Carmona. Nunca antes me había enfrentado a un grupo de estudiantes porque ni siquiera pude hacer las prácticas (se decretó el confinamiento justo cuando iban a comenzar), de modo que no tuve la oportunidad de hacer ese periodo de ensayo docente. La primera vez que traté con alumnos fue el año pasado, y además era tutora, con lo que directamente me tuve que tirar a la piscina [risas]. Antes había dado alguna charla, pero muy puntualmente en algún colegio, y eran charlas de presentación y de escritura, no docentes; en resumen, este es mi segundo año. De momento estoy muy feliz porque he tenido suerte con los centros, con los compañeros y con los alumnos. Espero seguir así dentro de mucho tiempo porque en principio me quedan, hasta que me jubile, 35 años [risas], así que ojalá siga siempre tan contenta.

Julia. La verdad es que en tus clases estamos muy a gusto porque, en realidad (Ada añade que no es tan didáctico todo), aunque copiamos y trabajamos, mientras empezamos y no, y nos ponemos con nuestras tonterías, se está bien.

Irene. Yo intento que sea así, que no sea tan rígido, porque eso ni es cómodo para vosotros ni es cómodo para mí. Imaginad, vosotros tenéis que estar seis horas, pero nosotros también debemos estar mucho tiempo, una clase tras otra. Si estamos todo el día como si fuéramos robots, enfadados o riñendo, nos afecta muchísimo a la salud mental y emocional. Nuestra profesión es una de las que tiene las tasas más altas de ansiedad, depresión y síndrome de burnout (estar quemado); es decir, es un trabajo que puede llegar a ser “peligroso” en ese sentido, así que se intenta dar clase de la manera más agradable posible. Coincido con mis compañeros en que ellos procuran hacerlo también, y así a veces nos podemos reír junto a vosotros, decir alguna tontería… Eso es algo que valoro mucho: que se vea que somos personas, que tanto vosotros como yo somos seres humanos, porque sería un poco absurdo fingir que somos todos máquinas que estamos aquí a una hora concreta solo para dar Lengua y Literatura.