Vuelve el instituto y, con él, vuelven año tras año los mismos inequívocos síntomas de la proximidad del comienzo: sudor, insomnio, nerviosismo, incertidumbre, bajada de peso; y, por supuesto, vuelve con él el continuo e interno rumiar que me atiborra y empacha de dudas sobre el devenir del curso.  ¿Cómo serán mis nuevos alumnos? ¿Me aceptarán como profesor? ¿Qué grupo me tocará? ¿Serán buenos u otra vez me han metido en clase a los cafres? ¿Tendrán buen nivel académico? ¿Seré capaz de terminar el temario? Mil preguntas que son de hoja caduca, ya que todas se caen y amalgaman con la nada en el momento que a uno le recuerdan, sus propios alumnos, que lo único importante es una certeza y no una duda: son tan humanos, tan de carne y hueso, y tan de emoción como el que escribe. 

Este comienzo de curso, para acercarme a los conocimientos previos de mi alumnado, pedí que realizaran un breve texto que tuviera como punto de partida la fotografía más especial de su verano. Además, debían vincular ambos elementos a una canción que fuera capaz de retrotraerles al momento expresado. ¿Qué me he encontrado? Alumnos/as que destacan haber conocido el amor y su cara antónima por primera vez.

Mi vida fue colmada de un dulce y pequeño manjar llamado felicidad. No podía creer cómo un chaval que a veces solo juega a hacerse el renegado y sus aspiraciones eran exclusivamente ser escritor y dibujante, de repente era alguien que veía la vida de tonos pasteles. […] H.B.B

En esos momentos donde mi mente se pierde completamente mi mano nota una suave y dulce caricia, como si la salvación a esos problemas, causados por mi propia mente, desaparecieran con solo ese tacto. Al mirar para mi lado izquierdo, pude notas que ese sensible gesto lo había hecho una persona que, aunque llevara poco tiempo en mi vida, había logrado causar ese efecto en mí. Como si solo con su presencia todo pareciera congelarse y apaciguar la situación. Era una de esas personas que con solo un “Hola, ¿Todo bien?”, pudiera sacarte hasta lo más profundo de tus sentimientos. […] Y.M.C

También he descubierto alumnos/as que tienen como referentes a sus familiares, entendiendo que los momentos generados junto a sus padres, madres y abuelos son los más especiales de su experiencia estival. Algunos capaces incluso de regalar su propia sangre en síntoma de amor incondicional.

Mi padre, el héroe de mi infancia, entrega sin reservas su amor, un regalo que fluye como la marea hacia mi madre. En esa sonrisa, en ese gesto, veo la generosidad de su alma. Mi madre, el faro de mi existencia, responde con la luminosidad de su sonrisa. Un faro que ilumina nuestros caminos incluso cuando las tormentas amenazan.[…] A.C.T.

Cuando íbamos de camino para Sevilla, empecé a ponerme nerviosa y ansiosa por verla. Ansiosa por ver a la persona más importante de mi vida. Sinceramente, a pesar de la distancia que hay entre nosotras, siempre seremos ella y yo contra el mundo […] E.M.N.G.

Todavía me sigo acordando de las sonrisas que os salían, como se aprecia en la foto, mirándoos a los ojos el uno al otro como si fuese el primer día y el último que estuvierais juntos; pero, a la vez, siendo conscientes de que ibais a compartir toda vuestra vida juntos y eso era lo que realmente os hacía feliz. No puedo dejar de pensar ni un momento la sonrisa de mi hermano de cuatro años cuando salimos juntos agarrados de la mano para entregaros los anillos que, de alguna manera, era lo que nos iba a unir a los cuatro el resto de nuestras vidas. […] R.A.M.

Me enorgullezco del regalo, pues cada vez que miro al rincón donde se posa la elegante bolsa con sangre dentro me veo a mí mismo, o a mí yo más tierno que quiere a sus abuelos como a sus propias extremidades. Gracias abuelos. S.S.A.

En definitiva, he encontrado alumnos que superan con creces cualquier expectativa que pudiera tener; alumnos que piden ser escuchados (En esta carta quiero poder reflejar lo sola que me siento.); alumnos que por no dejar que la belleza de su poesía quede sin expresión, nos la regalan en la primera oportunidad que les damos:

Dueño de los finales,

del tiempo que no vuelve.

Calle de los momentos perdidos

Sin hora. Sin minutos. Sin segundos.

Avaro de finales que escuecen,

de abrazos que se separan

y de confesiones que acallan

porque ya no quedan palabras,

solo el eco de un adiós que ya es aire.

Soledad de lunas vacías,

susurros olvidados,

dónde el viento canta sus secretos

mejores guardados.

Despedidas en la orilla del mar,

como conchas perdidas en la arena,

dejan huellas en el alma helada.

Devuélveme el calor de las despedidas,

déjame decir la última palabra

en nuestra noche de lunas llenas

y perdernos en la marca de olas

furiosas por desvanecerse al llegar a su

final.

                                          Aitor Sillero Coca

Así que, tras este ejercicio y collage de cosas buenas, la única duda que me queda es saber si seré yo quien esté a la altura de lo que el alumnado de 4ESO del IES Cristóbal de Monroy merece. Ahora ¡silencio! Que va a empezar la clase.