El día 22 de julio es el día de Santa María Magdalena, la patrona de Arahal, el pueblo de mi familia. Mi abuela decía que hasta la Magdalena el calor iba subiendo y que luego el tiempo cambiaba. Magdalena se llamaba la mujer de mi tío, a la que amaba con locura, y me contaba él que, cuando los estragos de sus múltiples enfermedades no la dejaban dormir en la oscura noche, él le decía:” ¿quieres que hablemos de cuando íbamos al baile, de cuando paseábamos por el pueblo cogidos de la mano?” y ella asentía. De esta forma se quedaban dormidos los dos.

El día 5 de julio murió ella al no tolerar una operación y me contaba mi tío: ”sobrina, mira qué me pasó. Yo la tenía cogida de la mano y le hablaba como en esas noches de insomnio: del baile, de los paseos, del pueblo…, pero tuve que ir al servicio, le solté la mano y se apagaron las luces de las máquinas. Si lo llego a saber, me meo encima.”

Mi tío no soportó la ausencia de su mujer y 20 días después lo enterraron. Mis primas, que son muy espirituales, dicen que ella vino a por él porque no podía soportar su vacío. “El lugar que tú ocupas es oscuro y gris cuando tú no estás.”

Mi tío fue un buen hombre y vivió sencillamente para sus hijas y sus nietos. La magia de su vida fue el gran amor que tuvo a su mujer. Aunque se lo prohibió, detrás de ella se fue él. Creo que ha sido la única vez que le ha llevado la contraria.  Esto es amor y quien lo probó lo sabe.

Antonia Pulido Rodríguez, profesora del Departamento de Lengua y Literatura