Ser de agua
y quedarse.
Ya no ser
de veras.
Mirar,
frente ajada,
ojos yertos;
y no ver.
Pensar todo,
y ser nada;
e inundar la tristeza
mi vida.
Su leve vida inerte
golpearme,
robarme el corazón
y azucararlo.
Ser lo más imperfecto,
puro amor…
Ser de agua salada.
Dolor.
Seguir,
sin darse prisa.
Robarle al tiempo todo,
contándole verdades escondidas.
En la lucha, arrancárselo mil veces
y otras mil desgarrado ante mis ojos.
Ilusión infeliz y miedo intenso,
cada poro sintiendo, lentamente.
Y ya no…
¡ay, huidizo!,
¡ay, difuso!,
ni el dolor ya quererme.
Pero siempre sus ojos
y sus labios
enredarme al presente,
sin importarme más.
Ser de agua tan dulce,
ser tan mío,
tan insustituible
y etéreo.
Isabel López-Cepero Salud