Amaia (Laia Costa) acaba de ser madre y se da cuenta de que no sabe muy bien cómo serlo. Al ausentarse su pareja por trabajo unas semanas, decide volver a casa de sus padres, en un bonito pueblo costero del País Vasco, y así compartir la responsabilidad de cuidar a su bebé. Lo que no sabe Amaia es que, aunque ahora sea madre, no dejará de ser hija. (FILMAFFINITY)

Fecha de estreno: 2022 (España)
Directora: Alauda Ruiz de Azúa
Nominaciones y premios: Siete nominaciones en Premios Feroz (2022); cinco premios en Festival de Málaga (2022).
Música compuesta por: Aránzazu Calleja

Cinco Lobitos

COMENTARIO DE OCTAVIO SALAZAR:

Con un guion rico en matices, en pequeños detalles, que es casi una obra de orfebrería que juega con piezas en las que es fácil reconocerse, la película nos revela una de las tareas pendientes en nuestro pacto de convivencia: la asunción de nuestra ontológica vulnerabilidad y, por tanto, de la necesidad de cuidados a lo largo de nuestra vida. Y de cómo esta necesidad sigue siendo hoy por hoy el meollo más político de las desigualdades de género. A través de la relación madre/hija, interpretadas con una hondura que nunca cae en el exceso ni en el melodrama por unas inconmensurables Susi Sánchez y Laia Costa, que a lo largo de los años van intercambiando papeles, aunque siempre repitiendo los patrones que el sistema ha diseñado para ellas, nos emocionamos, y por tanto sentimos como propio, el reto sin resolver de cómo le damos un giro a nuestro modelo de convivencia para situar el sostén de la vida en el centro.

Uno de los horizontes más revolucionariamente feministas que desafían las entrañas del pacto social y que de manera singular deberían interpelarnos a los hombres, tal y como nos demuestra el abuelo/patriarca de toda la vida – al que da cuerpo y alma un estupendo y sobrio Ramón Barea – y ese joven padre – Mikel Bustamante – que se mueve entre las inercias que lo acomodan y la desubicación de una masculinidad que todavía no es capaz de ponerse en lugar de las mujeres, empatizar con ellas y, a partir de ahí, asumir las responsabilidades que nunca asumimos.

Alauda Ruiz de Azúa consigue una hermosísima primera película – sorprende justamente, por lo bien contada y rodada que está, que sea su primer largo – que nos remueve por dentro ya que, como buena obra de arte, nos interpela, pone rostro a las dolencias y deja claro que tenemos muchas cuestiones por resolveren el entendimiento de los vínculos familiares, de las prioridades vitales y, en general, de un modelo de organización de nuestras vidas hecho todavía hoy a costa de la entrega desmesurada de las mujeres.